domingo, 18 de mayo de 2014

Un falso reino

                                        

                                      Un falso reino

       Una mañana de verano, los jardines lucían resplandecientes y una brisa cálida los recorría. La reina se encontraba allí posando, su madre había insistido en cambiar sus retratos por unos más actuales, en una pausa de su labor, la fastidia modelo contemplo al joven pintor. Esos ojos brillaban con un resplandor desconocido, aquella mirada fascinante consiguió despertarla de su inercia. Lo dudo mucho, sabia que no era lo apropiado pero no resistió y se dispuso a entablar conversación:
-         A mis oídos han llegado varios comentarios sobre su gran talento, su familia debe estar orgullosa. – La reina se esforzó por disimular la inseguridad en su voz.
-         Eh...eh... – El joven visiblemente sorprendido levanto los ojos de los pinceles titubeando.- A decir verdad no, su alteza, mi  familia... me aborrece.
-         ¡Como!. -  Exclamo.           
-         Pues... mis padres deseaban para mí la vida religiosa y yo huí del claustro. – balbució con timidez
-         ¡Huyo deshonrando a su familia y  a la santa iglesia! ¡Dios mío! – El horror se mezclo con la admiración en el rostro de la reina.
-         Os ruego señora mía no me juzguéis mal, tantas veces el huir fue asociado con la cobardía, quizás sea verdad, más en esta ocasión desearía que reluciera mi valentía para tomar las riendas de mi existencia. Mi vocación estaba muy lejos de mi fe, no estaba dispuesto a fingir, solo porque una tradición familiar marca que el cuarto hijo debe ser consagrado a Dios. No puedo decir si fue o no correcto, simplemente elegí ser fiel a mi mismo. Soy el dueño de mi vida, aunque mi propia sangre no lo comprenda.  -  El artista hablo con tanta convicción y cierta aspereza en la garganta.

       Ambos callaron, estas palabras tan sentidas calaron hondo en el alma de la reina como el despertar de un huracán dormido. En su boca surgieron sonidos sus pensamientos profundos, casi sin quererlo tomo de confidente a ese hombre de mirada esplendorosa que la escucho pacientemente.
    ¿Qué sentimiento era aquel oprimiéndole pecho? Había descubierto que el destino no es inevitable. Pero ella siempre hizo lo que debía aun en contra de si misma. ¿Y quién desea reinar cuando sé es niña? No obstante ella cumpliría con su obligación, lo más miserable es percatarse, que su función no pasaba de aceptar las “sugerencias” que excusados en la juventud e inexperiencia de su majestad no paraba de llenar sus oídos, sí era arcilla en las manos de su madre y consejeros, cuan triste es saber que ella sumisamente  había aceptado las reglas de un reinado de apariencias. No era la dueña de su vida y como duele saberte una bella muñeca  de trapo.
     Desearía huir, pero ¿cómo? Si ella era el gran rostro, ¿cómo ocultarlo para escapar? Viviría escabulléndose  de la guardia real.
   Su ocasional confesor debía marchase, una doncella le anuncio a la reina la hora de su baño y aun no se había alistado para el banquete que se daría en honor de su cumpleaños numero dieciséis.
    Pero una pregunta desesperada retuvo, “¿Qué es esta sensación inquietante azotando mi corazón?”, él contesto dulcemente, la sed de libertad que no iba a calmarse hasta de hecho ser libre. “¿Huir? Imposible”, susurro la reina con angustia, el joven dijo que el escape fue su salida, quizás ella solo tenia que levantar la voz  evitando que la vida pase por ella como el agua por sus dedos. Beso la pequeña mano real y se marcho.
    Luego de aquel encuentro debía enfrentar erguida, con la diadema orgullosamente sobre su cabeza, al mudillo de hipócritas que aguardaba en el salón. Su majestad fue anunciada y reverenciada como de costumbre para después permanecer sentada contemplando a los muñecos danzar felices. Se sentía inquieta, su mente no paraba de repasar cada frase del artista y esa sed de libertad la consumía.
    De pronto escucho palabras que la sacaron bruscamente de sus pensamientos, su madre comentaba con una duquesa cualquiera, que era tiempo de conseguir un buen matrimonio para la reina y comenzaron a deliberar sobre el mejor partido.
    Una llama encendió la mirada de Constantina II, quien incorporandose con su copa en la mano ordeno un brindis, sobre el salón cayo el silencio y la reina Constantina levanto la voz: “¡Brindo por el inicio de un patético concurso, a cargo de mi madre para decidir que hombre iba entrar en el lecho real, por supuesto él más conveniente las relaciones políticas, es decir, a las arcas de los consejeros,  ¡sí señores una reina al mejor postor! ¡Pues esta reina no se vendería! Y concluyo diciendo, ¡levanto mi copa por todos aquellos que sienten como yo, su libertad una mentira, su felicidad una apariencia y su vida no es más que una ilusión!...
  Recuerdo la noche de la rebelión de esa reina obediente que fui supongo que no debo ser la única viviendo en un falso reino, más ahora la  soledad me sofoca. Con mis mejillas empapadas en la impotencia que fluye, me pregunto: ¿dónde esta la salida de mi nefasto reino? ¿Tengo la valentía de encontrar la puerta y el fin de un falso reino?  Preguntas como estas puede asaltarte en un simple instante... ¿si tienes el coraje para despertar?         
     

       
             
Todos los derechos reservados ©  Patricia TORRES (TRIUNFANTE)
  
                   

                  

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