sábado, 2 de febrero de 2019

La experiencia Frida (parte 1)

     Daré este nombre a los escritos que estoy haciendo estos días de aislamiento, por la obvia similitud que comparte con momentos cruciales de la biografía de Frida Kahlo, la leyenda mexicana del arte. No estoy comparando con ella en el talento, pero si en los hechos de nuestras historias.

He pasado más de 48 horas en esta cama, por abismos de tiempo solitario, con la única compañía de un par de colores y unos vasitos de café. Y las hojas blancas de mi cuaderno rojo.
Ahora el viento sacude violentamente sus páginas, me pregunto ¿hasta donde las llevaría, si ellas fueran libres de este silencioso cuarto? Libres para unirse al cielo del mediodía que atraviesa mi ventana y cobija a las nubes, a las aves, al sol resplandeciente que cae abrazador sobre el aflato.
Me pregunto, ¿Adónde iría yo si fuera libre? Si la brisa violenta qué juega bruscamente con las palabras escritas por mi mente, fuese capaz de arrastrarme hacía lo desconocido, la libertad.
  Y cambiando de perspectiva, como si pudiera mirar la realidad, atravèz de una gota de lluvia para ser más precisa, pensaría que existen dos grandes tipos de libertades, entre todas las formas de concebir este concepto tan pensado, amado y deseando por los seres humanos. La libertad de pensamiento  y la de movimiento. No siempre una misma persona cuenta con ambas, hay quienes pueden ir al lugar que deseen, pero les es muy complicado pensar de manera auténtica. En contrapartida existen también las personas como Frida y yo que,  ya sea en algún momento o durante toda su vida, ven restringida su capacidad de movimiento, entonces vuelcan su atención a explorar el pensamiento, de esta forma se enciende un poderoso instinto creativo que nos brinda libertad por medio de la expresión artística, por más pequeña o simple que ella sea.





















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